“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” Mateo 28: 19 y 20
Recuerdo cuando estaba niño que los televisores no tenían control remoto como ahora los conocemos. Inclusive nunca olvidaré cuando mis padres compraron el primero que era a color, porque antes de ese, había uno en la sala de mi casa que era a blanco y negro.
Cuando el control remoto llegó, con el nos visitó la comodidad. Sin tener que moverse de la silla, se cambiaban los canales, se subía el volumen y hasta se apagaba el aparato. Ahora ya son más modernos, son los famosos smart TV (televisores inteligentes).
Algunas personas piensan que Jesús está sentado en un trono celestial con un control remoto, como si nosotros fuéramos robots. O que Dios maneja un sistema de video para visualizar lo que pasa en el planeta tierra. Una de las promesas del Maestro es que estaría con nosotros todos los días de nuestra vida, hasta el fin. Eso significa que en los momentos fáciles o difíciles, Cristo está con nosotros. En la salud y la enfermedad, el también está ahí.
El Padre y el Hijo están con cada uno de sus hijos, aquí en la tierra por medio del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo no es una energía, no es el control remoto de Dios, sino que es nuestro amigo, nuestro consolador, y el que nunca nos deja.
Esto nos ayuda a no olvidar que en medio de todas las circunstancias que vivamos, siempre las 24 horas del día, todos los días de nuestra vida el especialista, el consolador está listo para hablarnos, consolarnos, dirigirnos y recordarnos las Palabras del Mesías, esto es en todo tiempo. Lo único que El Espíritu Santo espera, es que lo escuchemos y después que le obedezcamos.
Hoy te compartimos estos versículos:
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” Romanos 8: 26 y 27
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