¿Qué es vivir? He escuchado que vivir es abrazar la vida, libre de cualquier sentimiento de deuda o de intención, que a la larga te quite libertad. Esa sugerencia es una metáfora fascinante que alienta nuestro más profundo anhelo, y sin embargo, una vez escuchada, pasa a convertirse en un imperceptible susurro en el momento que la cotidianidad nos confronta.
Abrazar la vida se queda en una conjunción de bonitas palabras, cuando el reclamo del amigo, la enfermedad, un jefe que nos exige, o la ausencia de un ser querido, nos lleva a vivirnos atrapados en un sentimiento que nos obliga, o nos asusta. Sea lo primero o lo segundo, la respiración se hace pequeña, y sentimos una opresión en el pecho.
Cuando es ligera esa opresión, pero latente, nos entristece. Y la dejamos pasar. Una y
otra vez… Cuando empieza a asfixiarnos emocionalmente, nos sentimos ansiosos.
Queremos desprendernos de un dolor que nos abofetea como si quisiese despertarnos de un sueño. ¿De qué sueño?
Sin duda, somos soñadores del sueño de abrazar la vida. Es lo que queremos y la
metáfora del sabio es una invitación a descubrirlo. ¿Imaginas al mensajero? Un hombre recio, de larga barba que nos mira con ojos bondadosos y pícaros. ¡Venga! lánzate, confía. No hace falta paracaídas para abrazar la vida. Tu madre ya no está aquí para anticiparse al obstáculo, ni tu padre insistirá en darte instrucciones acerca del camino, dice el Sabio.
O puede que sea una Amazona, que subida a su brillante corcel y llena de vitalidad, nos muestra lo fácil que es vivir libres. ¡Corre, veloz, aventura tu alma más allá de la cárcel de tus viejas impresiones! Es el momento para que toda tu fuerza esté al servicio de ese anhelo. Desoye las voces que parecen conocerte y atrévete a abrazar la vida. Lo grita la Amazona.
Estimulante ¿verdad? Llega un momento en la vida que la persona se dice: ¿Esto es
vivir? Y esa pregunta, cuando se presenta, no deja de resonar en uno. Busca
manifestarse. La forma más común de ahogar la pregunta para eludir la respuesta es con la repetición.
Repetimos una y otra vez, sin tener la menor idea del instante en que se desencadena esa rueda, como Atrapado en el Tiempo, la película protagonizada por Bill Murray, y más conocida como El día de la marmota, elegimos sustituir a los protagonistas de un argumento, por ausencia absoluta de introspección.
Seguramente te sorprenda la afirmación de que es una elección. Ciertamente alguna
parte de ti ha elegido. ¿Cuál? No lo sabemos. Es más lo ignoramos. Con sorpresa para
quien observa, se reproduce la repetición pareciéndonos fielmente a aquello, o a alguien, con comportamientos, expresiones, formas de vida, y en ocasiones también se da un calco físico. Y esa repetición es lo más alejado a la experiencia de abrazar la vida con libertad.
Lo peor no es que esto ocurra. Lo alucinante es que seas el último en enterarte, como
sucede con el marido, o la esposa del infiel. Su entorno lo sabe, menos los aludidos.
“Todos somos esclavos de nuestros actos: por qué estar resentido con los demás?"
Shantideva
Esta es una frase, que aplicada a mi trabajo de facilitadora del Desarrollo Personal, suele despertar a la pregunta ¿Esto es vivir? Con crudeza nos sitúa en una afirmación que nos iguala a todos. Y este es un aviso para navegantes: una vez sumidos en la repetición sucumbimos al sentimiento más demoledor que existe: la culpa.
No sabemos qué fue primero, si la culpa o la repetición. Sea como sea, nos domina y la recreamos con actuaciones, que necesitamos no ver en nosotros, y que señalamos, o atribuimos a los demás.
Visualizo muchas veces la culpa como un extraño custodio, que a toda costa se empeña en mantenernos a salvo enredándonos con la evasión, la distracción y el desconocimiento de uno mismo, creyendo eso si que abrazamos la vida.
Porque nos tenemos miedo. Y el custodio tiene una utilidad tremenda cuando el
sentimiento de nosotros necesitamos recrearle continuamente con las experiencias que nos encadenan a actos que un día nos dañaron, o dijimos no repetir, o que sencillamente nuestro cerebro infantil o juvenil no estaba preparado para digerir.
Aterrizar el anhelo de la libertad para abrazar la vida es un paso, un cruce de caminos, o un puente a cruzar en algún tramo de lo que consideras tu vida, o vivir, que nos pide hacernos mayores para asumir que sólo nosotros podemos leer en el libro de nuestras experiencias para aprender a vivir libre de la culpa de no ser quienes somos.
Algo que también suena muy bien, y que sin embargo, nos pide ser valientes para dejar atrás las distracciones, los custodios, y la necesidad de repetir una y otra vez. ¿Quien pone en duda todavía que esto de repetir no es el infierno en la tierra? El hecho de ignorarlo, igual que el incumplimiento de una ley, no nos exime de el compromiso con nuestra propia libertad. Tenlo muy presente.
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