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La Leyenda negra a examen: César Vidal

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Descripción de La Leyenda negra a examen: César Vidal

historia césar vidal revisionismo felipe ii leyenda negra


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Comentarios

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Hola, Cesar. Tengo gran respeto por tu productividad e independencia de juicio. Sin embargo, lamento oír cómo pierdes el equilibrio al hablar de Elvira Roca. Curiosamente, vuelves a hablar con gran acierto en los momentos en que no hablas de ella. Comparto los comentarios de varios de los que han escrito aquí: parece que te dejas llevar por la envidia y el fanatismo religioso cuando hablas de Elvira. El hecho de que la llames "profesorcilla de literatura" es sintomático de que lo que en el fondo te irrita es que ella haya hecho una contribución sin parangón al estudio de la historia de España y del Imperio Español desde su modesta posición de profesora de secundaria y bachillerato, cuando tú y otros "¿historiadorzotes?" no han podido hacer algo semejante aun estando en ambientes de mucha más influencia y proyección social. En cuanto a la profesión de Elvira, personalmente creo que es consecuencia, en gran medida, del ambiente becerril y provinciano que domina y hunde la universidad española. En casi cualquier otro país del mundo, una profesora de secundaria no hubiera podido crear una obra tan portentosa como su Imperiofobia o su Fracasología, y viceversa: una mujer de su caracter e inteligencia no estaría dando clases de secundaria, sino probablemente en una de las mejores universidades del país. Apostaría a que tú, que vives y trabajas en EEUU, podrías estar de acuerdo con esto. Un amigo mío suele decir: "Hay que hacer mejor las cosas, pero también hay que hacer mejores cosas". Tú y otros han hecho muy bien las cosas que han hecho. Por su parte, María Elvira ha hecho mejores cosas, y eso, de acuerdo con ciertos criterios cabales, la pone de inmediato por delante de ti y de otros. Debo señalar por otra parte que he disfrutado mucho algunos de tus libros, escritos, entrevistas y ponencias, si bien no creo que nada de eso quede, ni de lejos, al nivel de relevancia de Imperiofobia o Fracasología.

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Alberto Marigil

Admirado César llevo muchos años siguiéndote y apoyándote. Pero he de afirmar has caído muy bajo evidenciando las 2 cosas que te mueven en mi opinión para denigrar a la Señora Maria Elvira. 1/ Envidia. (En una sola obra ha vendido mas libros de los que tu has vendido en tu vida con la mayoría de tus obras juntas). 2/ Fanatismo religioso. (Llegas a denigrar la obra de España en el Mundo por ser efectuada bajo el paraguas religioso del catolicismo solo para denigrar el trabajo de Doña Maria Elvira) Obra que el protestantismo solo ha podido imitar perpetrando genocidios, crímenes en masa y tiranizando a todo un continente propiciando que subsista en la indigencia, para beneficio de un solo país (En el que tu resides...). Tu religión no vale mas, de lo que vale la verdad. La verdad es que defiendes una religión que ha sido fuente de todo racista y discriminador, que ha auspiciado ideas demenciales como el racismo científico, la eugenesia, el Maltusianismo y el Darwinismo social. Por eso no merece el esfuerzo y supremacista arrogancia con que defiendes semejantes postulados. Pregúntale por los protestantes a los Apaches, Comanches, Navajos, Semínolas y Sioux a quienes masacró. Insisto has caído tan bajo como admiración te tengo por el resto de aspectos del ejercicio de tu profesión. Era de protestantes el principio moral de que el "mejor indio es el indio muerto", y de todo lo devenido del criminal "Destino Manifiesto".

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En 1627, James Reid tuvo que renunciar a la Universidad de Edimburgo, en Escocia, por una fuerte presión en su contra, después de sostener la posibilidad de que la tierra se moviera sobre su propio eje. Caso similar de obstrucción es el de Nils Celsius, al que en 1679, desde la Facultad de Teología de la Universidad de Uppsala, en Suecia, se le negó el permiso para defender su tesis, por su postura copernicana.

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Durante el siglo XVI el heliocentrismo gozó de amplísima tolerancia en España. La introducción del estudio de Copérnico en los estatutos de la Universidad de Salamanca, se debió a Juan de Aguilera profesor de astrología en Salamanca de 1550 a 1560. La enseñanza del heliocentrismo fue aprobada por el Obispo Diego de Covarrubias y confirmada por Felipe II el 15 de Octubre de 1561. Es cierto que la condena del copernicanismo en 1633 por la Inquisición Romana era vinculante para el orbe católico pero la Inquisición española nunca incluyó los libros de Galileo en el Index Librorum Prohibitorum y los decretos del Santo Oficio tampoco se publicaron en Francia. Si es cierto que después de la condena de 1633 hubo más cautelas con el heliocentrismo. Jorge Juan , por ejemplo, al publicar sus Observaciones Astronómicas en 1748 tuvo problemas con la censura inquisitorial pero la amistosa intercesión de Mayans solventó el asunto. Como desquite, Jorge Juan, en la segunda edición de Observaciones… (1773) realizó una encendida defensa de Copernico y los descubrimientos de Newton. Por otra parte no deberíamos exagerar los efectos de la condena a Galileo: Gassendi, amigo de Galileo, escribía así en 1643: "No creo que esa decisión sea un artículo de fe; pues ni los cardenales lo han declarado así, ni sus decretos han sido promulgados para toda la Iglesia, ni ésta los ha recibido como tales." Y el jesuita Riccioli, en 1651: "Como en esta cuestión, ni el Soberano Pontífice ni Concilio alguno aprobado por él han definido cosa alguna, no es ni mucho menos de fe que el Sol se mueve y que la Tierra permanece inmóvil, al menos en virtud de este decreto" (Almagestum Novum 1, 52). Finalmente, Caramuel, (el Leibniz español), matemático, científico, monje y obispo (1651), en el tratado de moral que escribió dice: "¿Qué sucedería si los sabios demostrasen el día de mañana que la teoría de Copérnico es la verdadera?", y responde: "En tal caso, los cardenales nos permitirían interpretar las palabras de Josué en sentido metafórico." Cuando en 1741 se dispuso de pruebas del movimiento de la Tierra, el Papa Benedicto XIV autorizó la publicación de las obras completas de Galileo, y en 1757 las obras favorables al heliocentrismo fueron autorizadas de nuevo, por un decreto de la Congregación del Índex, que retira estas obras del Index Librorum Prohibitorum.

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Durante el siglo XVI el heliocentrismo gozó de amplísima tolerancia en España. La introducción del estudio de Copérnico en los estatutos de la Universidad de Salamanca, se debió a Juan de Aguilera profesor de astrología en Salamanca de 1550 a 1560. La enseñanza del heliocentrismo fue aprobada por el Obispo Diego de Covarrubias y confirmada por Felipe II el 15 de Octubre de 1561. Es cierto que la condena del copernicanismo en 1633 por la Inquisición Romana era vinculante para el orbe católico pero la Inquisición española nunca incluyó los libros de Galileo en el Index Librorum Prohibitorum y los decretos del Santo Oficio tampoco se publicaron en Francia. Si es cierto que después de la condena de 1633 hubo más cautelas con el heliocentrismo. Jorge Juan , por ejemplo, al publicar sus Observaciones Astronómicas en 1748 tuvo problemas con la censura inquisitorial pero la amistosa intercesión de Mayans solventó el asunto. Como desquite, Jorge Juan, en la segunda edición de Observaciones… (1773) realizó una encendida defensa de Copernico y los descubrimientos de Newton. Por otra parte no deberíamos exagerar los efectos de la condena a Galileo: Gassendi, amigo de Galileo, escribía así en 1643: "No creo que esa decisión sea un artículo de fe; pues ni los cardenales lo han declarado así, ni sus decretos han sido promulgados para toda la Iglesia, ni ésta los ha recibido como tales." Y el jesuita Riccioli, en 1651: "Como en esta cuestión, ni el Soberano Pontífice ni Concilio alguno aprobado por él han definido cosa alguna, no es ni mucho menos de fe que el Sol se mueve y que la Tierra permanece inmóvil, al menos en virtud de este decreto" (Almagestum Novum 1, 52). Finalmente, Caramuel, (el Leibniz español), matemático, científico, monje y obispo (1651), en el tratado de moral que escribió dice: "¿Qué sucedería si los sabios demostrasen el día de mañana que la teoría de Copérnico es la verdadera?", y responde: "En tal caso, los cardenales nos permitirían interpretar las palabras de Josué en sentido metafórico." Cuando en 1741 se dispuso de pruebas del movimiento de la Tierra, el Papa Benedicto XIV autorizó la publicación de las obras completas de Galileo, y en 1757 las obras favorables al heliocentrismo fueron autorizadas de nuevo, por un decreto de la Congregación del Índex, que retira estas obras del Index Librorum Prohibitorum.

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Para empezar, es una gran falsedad decir que la Contrarreforma ha sido un obstáculo para la Ciencia. De hecho, el periodo posterior al Concilio de Trento fue testigo de la aparición de una legión de jesuitas, carmelitas, benedictinos, escolapios, dominicos, capuchinos y mínimos dedicados a los estudios científicos: Ignazio Danti (obispo, matemático y cosmógrafo), el benedictino, matemático y astrónomo Francesco Maurolico, el monje Benedetto Castelli (inventor el pluviómetro), Atanasius Kirchner (inventor de la linterna mágica), el padre Gassendi (el primer científico en medir la velocidad del sonido),el escolapio Giambattista Beccaria (investigador de la física atmosférica), Averani, Galvani, el jesuita Grimaldi, Laura Bassi (catedrática de Física nombrada por el Papa), Lagrange, el abate Guglielmini (el primero en experimentar mecánicamente la rotación de la Tierra en 1791), Ampere (enamorado del rosario), Ardinghelli (otra mujer), Marsigli (un naturalista trabajando para los dominicos), Volta, Avogadro, Cannizzaro, el sacerdote escolapio Eugenio Barsanti inventó el motor de explosión en 1854, entre otros muchos. Como ya señaló Arnol LunN hace 60 años la mayoría de los logros científicos están relacionados con devotos católicos: la astronomía moderna es copernicana; el calendario, gregoriano; el hierro se galvaniza; la electricidad se mide en amperios, voltios y culombios; la mejora animal es mendeliana; la leche se pasteuriza; los médicos aplican los rayos Röntgen y Marconi aportó la posibilidad de poner en comunicación a los que afirman que la Iglesia es enemiga de la ciencia.

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A propósito de la supuesta intolerancia española el gran Vittorio Messori en su libro Leyendas negras de la Iglesia nos muestra este fragmento de Arnold Toynbee, el gran historiador inglés de confesión anglicana, fallecido en 1975: «Todavía a principios del siglo XVII, la atmósfera espiritual dominante en Europa hacía imposible estudiar en un país si no se era practicante del cristianismo en la forma oficialmente admitida en aquel lugar: católica, protestante u ortodoxa. La Universidad de Padua, que operaba bajo la protección de la república de Venecia, fue la única excepción en Occidente al ofrecer la posibilidad de acceder a ella también a estudiantes ajenos a la confesión del lugar, la católica. En Padua estudiaron Harvey, el descubridor de la circulación de la sangre, que era inglés y protestante, y Alessandro Mavrogordato, de confesión ortodoxa y autor de un tratado sobre el descubrimiento efectuado por Harvey, antes de entrar al servicio del Imperio otomano. El liberalismo del ateneo paduano fue un caso excepcional. La Universidad de Oxford, por ejemplo, hasta 1871 seguía exigiendo la declaración de aceptación de los Treinta y Nueve Artículos de la profesión de fe de la Iglesia episcopal de Inglaterra a todos los candidatos a un título.» Lejos de despreciar los inmensos logros científicos andalusíes (como, por ejemplo, el descubrimiento de la órbita elíptica de Mercurio por Azarquiel), los cristianos españoles se dedicaron con ahínco a las traducciones científicas. El patrocinio del obispo Miguel de Tarazona (1119-1151) facilitó la traducción de la biblioteca, descubierta en Rueda del Jalón, del rey-matemático al-Mutaman. Y lo mismo hicieron los arzobispos de Toledo, Raimundo y Juan, con las bibliotecas árabes encontradas tras la reconquista de la ciudad del Tajo.

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Si es cierto que en 1559, Roma erigió una oficina especial del Santo Oficio que publicaba el Index Librorum Prohibitorum. La Inquisición Española tenía su propio Index, índice en el nunca fueron incluidos los trabajos de Copernico, Galileo y Newton. Copérnico, un canónigo polaco, en su libro De revolutionibus orbium coelestium, enseñaba, frente al geocentrismo de Aristóteles y Tolomeo, que es la Tierra la que gira en torno al Sol. La mayor parte de las universidades europeas, rechazaron la obra de Copérnico. Especialmente hostiles hacia los nuevos descubrimientos astronómicos fueron protestantes como Lutero, Melanchton y Calvino. Melanchton, amigo personal de Lutero dijo lo siguiente con respecto a Copérnico: “Muchos son los que consideran meritorio hacer lo que ese buscador de estrellas prusiano (sic), que pone en movimiento a la Tierra y deja inmóvil al Sol. En verdad los gobernantes, si son sabios, deberían poner freno al desencadenamiento de los espíritus”. Lutero aseguró que el heliocentrismo era herético, pues, según la Biblia, Josué mandó que se detuviera el sol, no la Tierra. Calvino se preguntaba: ¿Quién osará colocar la autoridad de Copérnico por encima de la del Espíritu Santo? En 1551 Kaspar Peucer , yerno de Melanchton y profesor como él de la protestante Universidad de Wittemberg, pedía que se prohibiera la enseñanza de la teoría heliocéntrica. Fue condenada formalmente en las Universidades de Zurich (1553), Rostock (1573) y Tubinga (1582) . Por el contrario, España fue una excepción: la Universidad de Salamanca en los Estatutos de 1561 establecía que en la cátedra de Astronomía podía leerse a Copérnico. En 1594, esa lectura se declaraba obligatoria.

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Felipe II, lejos de oponerse de forma oscurantista a la ciencia moderna la promovieron enormemente. Felipe II adoptó siempre una generosa labor de mecenazgo de numerosas iniciativas científicas. El rey prudente fundó la Academia de Matemáticas en 1583 y para ella adquirió un edificio a la vera del Palacio real; fue la primera de Europa. En 1552 se había creado la cátedra de Cosmografía en la sevillana Casa de Contratación donde se explicaba el famoso libro de Pedro de Medina, leído en todo el continente. Otras muestras de interés del rey por la Ciencia fueron la creación del Gabinete de Alquimia y la creación de la biblioteca del Escorial, de cuya organización se encargó su amigo personal y humanista Benito Arias Montano. Arias Montano dispuso que los libros se ordenaran por lenguas, y que se clasificaran en 74 materias, 21 de las cuales eran científicas. El rey también dispuso que los inventores depositaran sus modelos en el Alcázar y El Escorial. Debe señalarse también los códices de Leonardo da Vinci que fueron traídos a España por Pompeo Leoni desde Milán a instancias del rey Felipe II, mucho antes de que se reconociese el valor científico de Leonardo. En 1562 se creó en Salamanca la cátedra de Matemáticas, donde el copernicanismo se asentaría confortablemente, encomendado la enseñanza a García de Céspedes. Respecto a la Pragmática de 22 de noviembre de 1559 que prohibía estudiar en las universidades extranjeras, (exceptuando las de la Corona de Aragón, la portuguesa de Coimbra y las universidades italianas: la de Bolonia, la de Roma y la de Nápoles): ¿Servirá para algo insistir una vez más en que no hubo tal prohibición de estudiar y tampoco tal prohibición de importar? La prohibición de 1559 de estudiar en las universidades extranjeras (similar a otros decretos emitidos en otros países) sólo se dirigía a los castellanos y no al resto de los españoles, quienes continuaron estudiando libremente en el extranjero. Y mucho después de esta fecha, los pocos castellanos y aragoneses que lo deseaban continuaron estudiando fuera, mientras el estado se hacía el ignorante. Los controles lejos de restringir la educación quizás más bien la fomentaron: Castilla después de 1559 tenía proporcionalmente más estudiantes en sus universidades que Inglaterra o los Países Bajos. Y por si esto fuera poco nos dice el gran Marcelino Menéndez y Pelayo: “Pero ¿cómo hemos de esperar justicia ni imparcialidad de los que, a trueque de defender sus vanos sistemas, no tienen reparo en llamar sombrío déspota, opresor de toda cultura, a Felipe II, que costeó la Políglota de Amberes, grandioso monumento de los estudios bíblicos, no igualada en esplendidez tipográfica por ninguna de la posteriores, ni por la de Walton, ni por la de Jay; a Felipe II, que reunió de todas partes exquisitos códices para su biblioteca de San Lorenzo y mandó hacer la descripción topográfica de España, y levantar el mapa geodésico, que trazó el maestro Esquivel, cuando ni sombra de tales trabajos poseía ninguna nación del orbe; y formó en su propio palacio una academia de matemáticas, dirigida por nuestro arquitecto montañés Juan de Herrera; y promovió y costeó los trabajos geográficos de Abraham Ortelio; y comisionó a Ambrosio de Morales para explorar los archivos eclesiásticos, y al botánico Francisco Hernández para estudiar la fauna y la flora mejicanas?”

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Se ha acusado a este gran monarca católico y español de ser un tirano, aquí van pruebas de su “tiranía”: «Por la Ley VI, Libro III, Título VI, Felipe II, en 1593, ordena: “Todos los obreros trabajarán ocho horas cada día , cuatro en la mañana y cuatro en la tarde en las fortificaciones y fábricas que se hicieren, repartidas a los tiempos más convenientes para librarse del rigor del Sol, más o menos lo que a los Ingenieros pareciere, de forma que no faltando un punto de lo posible, también se atienda a procurar su salud y conservación”. Esta ley es tan sorprendente cuando se ve que con 370 años de anticipación, la Corona de España reglamentó el trabajo de ocho horas, y que hoy se la tiene como una conquista de los pueblos civilizados y de los movimientos obreros a nivel mundial, en las Constituciones moderna y en los Códigos del Trabajo. Resalta además el aspecto de la previsión social, cuando ordena que “también se atienda a procurar su salud y conservación.”» Y por si fuera poco, sus leyes protectoras no se limitaron a América, en 1589 prohíbe la esclavitud en las Islas Filipinas. Fuente-Dr. Pedro J. Larrea Peñaherrera, La Legislación del Trabajo en la Audiencia de Quito [Siglo VXI]; en Cultura Hispánica Vol. III - N° 7, revista del Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica, Quito, 1964. (Consultado en http://hispanismo.org/hispanoamerica/16908-sobre-las-8-horas.html).

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