Locución: Manuel López Castilleja
Fondo musical: Matti_Paalanen_Inspiring_Piano_Magic
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Existió una bruja muy dañina
que llevaba por nombre Leopoldina.
Todas las noches, a eso de las doce,
sin oírse el más leve roce
—y con grandes pantuflas a la moda—
levantaba su vuelo con la escoba.
Al llegar a una casa muy hermosa
rodeada de rosas:
«¡Adentro, mi escobita! ¡Arrea!
¡Entra por la chimenea!».
De esta manera la bruja decía
y la escobita fiel la obedecía...
... como un perro de presa,
y se colaba, hasta aterrizar encima de una mesa.
Una vez abajo, la bruja se apeaba
y toda la casa deprisa fisgaba
y las cosas que encontraba de algún valor
las iba cargando en su fiel escobón.
Cuando ya tenía su buen montoncito
abandonaba la casa por igual camino.
Como quiera que este hecho repetía
a la misma hora durante tres días,
alarmóse la dueña de la casa
y Perico se dijo: «A ver qué pasa».
Era una noche oscura como el negro;
gemía el viento del tejado en el alero;
las nubes bailaban alocada danza
sin que Perico perdiera la esperanza.
Dos horas hacía que esperaba oculto
el regreso del autor del hurto;
y no se equivocó. Daban las doce
cuando se oyó en la chimenea el roce
de alguien que bajaba poco a poco
cantando y riendo como un loco.
Desde la puerta espiaba el chico...
... y vio a la vieja de los pies hasta los rizos,
y teniendo una idea salvadora
corrió enseguida al cuarto de Amadora.
Tomó una goma larga, fuerte y gruesa,
y subiendo por encima de las tejas
al pararrayos sujetó un extremo
y de esta manera le preparó el anzuelo.
Sobre la chimenea Periquito hizo
con mucho arte un nudo corredizo
y de tal modo que al salir la bruja
se quedase enganchada, por granuja.
Leopoldina, sin sospechar nada,
se acercó, como siempre, muy ufana.
Recogió tantas cosas como pudo
y hasta intención de llevarse al gato tuvo,
mas pensando que ya era mucha carga
pre?rió seguir comiendo carne amarga.
Y así se sentó en su escoba, como siempre,
rechinando de gusto con los dientes
y tomando carrera por la estancia
subió por la chimenea a toda marcha...
... y, de pronto, ¿qué era aquello
que la tenía agarrada por el cuello?
«¡Por Satanás! ¡Una goma!
¡Arrea, escoba!»
Pero tanto tiró la desdichada
que la bruja, hacia abajo, qué arrastrada,
y según Periquito calculó
el pararrayos a la bruja atravesó.
Sin que crean ustedes que esto es coba,
sigue volando aún fiel la escoba.
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