Cada 18 de abril, radioaficionados de todo el mundo toman las ondas para celebrar el Día Mundial de la Radioafición. Fue en ese día de 1925, hace ya 95 años, cuando la Unión Internacional de Radioaficionados (IARU) se formó en París.
Los Radioaficionados fueron los primeros en descubrir que el espectro de onda corta podría soportar la propagación mundial. En la carrera por utilizar estas longitudes de onda más cortas, pioneros radioaficionados se reunieron en París en 1925 y crearon la IARU para apoyar a los radioaficionados en todo el mundo.
Apenas dos años más tarde, en la Conferencia Internacional de Radiotelegrafía, los radioaficionados ganaron las asignaciones que todavía se conocen hoy en día – 160, 80, 40, 20, y 10 metros. Desde su fundación, la IARU ha trabajado incansablemente para defender y ampliar las atribuciones de frecuencias para radioaficionados.
Gracias al apoyo de las administraciones de todas las partes del mundo, los radioaficionados son ahora capaces de experimentar y comunicarse en las bandas de frecuencia estratégicamente ubicadas en todo el espectro de radio.
La radioafición, según la definición oficial, es un servicio de radiocomunicación que tiene por objeto la instrucción individual, la intercomunicación y los estudios técnicos, efectuados por personas debidamente autorizadas que se interesan por la radiotecnia con carácter exclusivamente personal y sin fines de lucro.
La radioafición nace con los experimentos que Guillermo Marconi hizo a fines del siglo XIX para enviar señales de morse a través del éter. Tras los primeros balbuceos, la radioafición adquirió su carta de naturaleza en la Conferencia de Washington de 1927, donde se efectuó un primer reparto internacional de frecuencias y se asignaron unas bandas determinadas a la radioafición. Del puñado de radioaficionados que había en 1900 se ha pasado a casi tres millones en la actualidad.
Los radioaficionados son capaces de transmitir y recibir en las circunstancias más adversas, por lo que la radioafición constituye un medio eficaz de comunicaciones en casos de catástrofe, y así se reconoce en el Reglamento de Radiocomunicaciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que insta a todos los países a que tomen las medidas necesarias para permitir que las estaciones de aficionado se preparen y hagan frente a las necesidades de comunicación en casos de desastre.
A nivel nacional, la radioafición se considera como servicio de utilidad pública y valorada como un medio eficaz de comunicaciones en caso de catástrofe, estando obligados los radioaficionados a colaborar con las autoridades.
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