Etruscos, umbros y celtas fueron los pobladores del área de Ravenna antes de la llegada de los romanos. La primera referencia conocida es la presencia en el área de la flota de Metelo, legado de Sila, en el 82 a.C. En los momentos previos a la Guerra Civil, Rávena fue el lugar elegido por Julio César como cuartel general, antes de cruzar el Rubicón. Durante el principado de Augusto, el puerto de Classes -ubicado a 4 Km. al sureste de la ciudad- se convirtió en la base naval de la Classis, la flota romana, en el Mar Adriático. Las invasiones bárbaras del siglo V d.C. y la situación estratégica de Rávena -situada en un área pantanosa de difícil acceso y, al mismo tiempo, de rápido acceso para las legiones del Imperio romano oriental- hicieron que Honorio (395-423 d.C.) instalara en Rávena la corte imperial. En esa tumultuosa época, la ciudad gozó de cierta prosperidad. La hermana de Honorio, Gala Placidia, hizo de Ravenna un centro del arte y la cultura cristiana. Tras la caída del último emperador romano, Rómulo Augustulo, en el 476 d.C., la ciudad estuvo bajo influencia de los hunos y los ostrogodos por un breve período de tiempo, primero con el reinado de Odoacro, primer bárbaro "rey de Italia", y posteriormente con Teodorico, líder de los ostrogodos, que conquistó la ciudad en el 493 d.C. Teodorico se proclamó dominus y rex y llevó a cabo un intenso programa de construcciones en Rávena, incluida la restauración del acueducto de Trajano. En el 540 d.C. Rávena fue reconquistada por Belisario y pasó a formar parte del Imperio bizantino hasta el 752 d.C., momento en que pasó a formar parte del reino longobardo...
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